CHINA EN LA PALMA

Abanico cantonés en madera lacada, siglo XIX, Antigüedades Riera

Susurros de Oriente: el esplendor de los abanicos del siglo XIX

Origen y contexto histórico
Fabricados principalmente en Cantón (Guangzhou) y exportados a Europa durante la segunda mitad del siglo XIX. Respondían a una auténtica «fiebre oriental» en Europa: su elaborada factura los hacía símbolos de estatus en la alta sociedad occidental.

Materiales y técnicas constructivas
Varillaje: en madera lacada, marfil o hueso tallado, fino, calado y a menudo lacado en negro orlado con dorado o rojo.
País: papel o seda pintados a gouache con meticulosas escenas cotidianas, personajes con caras en nácar o hueso, y ropajes en seda real.
Técnicas combinadas: uso de nácar, aplicaciones de tela, tallado en hueso o marfil, incrustaciones de carey, prata, seda… Esta fusión de materiales daba efecto tridimensional.

Estética e iconografía
Las escenas muestran plazas, paisajes fluviales, personajes múltiples —de ahí su nombre «mil caras»— con ricos detalles en bordes florales o motivos orientales.
Se evidencia una influencia de las técnicas europeas: se aprecian estilos de pintura occidental como el claroscuro, mezcla de motivos tradicionalmente chinos e innovación pictórica.

Producción en masa y exportación
Desde el reinado de Daoguang (1821‑1850), la producción se hizo muy industrializada: más de 200 talleres y más de 2.000 artesanos en ciudades como Rongchang, con una producción anual estimada de 4 millones de abanicos.
Estas piezas estaban cuidadosamente montadas y muchas venían con su propia caja, signo de prestigio y situación para exportación.

Conservación y valor actual
Varios ejemplares se conservan en museos, como el Museo del Romanticismo de Madrid, o han sido subastados en Europa (España, Francia) y en galerías especializadas.
Su condición actual puede variar: roturas en varillas, restauraciones en el país. Algunos alcanzan precios desde unos cientos hasta miles de euros.

Conclusión
Los abanicos cantonés del siglo XIX representan una confluencia fascinante entre las tradiciones chinas y la demanda estética europea. Fáciles de transportar y densamente trabajados, combinaron artesanía local en marfil, nácar y seda con innovaciones pictóricas según gustos extranjeros. Un ejemplo destacado de artes aplicadas y la dinámica de los intercambios culturales en la era Qing.