
EL MUEBLE MALLORQUÍN
EL MUEBLE MALLORQUÍN

Mueble rinconero
El Mueble Mallorquín del Siglo XVIII: Tradición, Evolución y Singularidad Regional
Resumen
El siglo XVIII marcó un periodo de esplendor para la ebanistería mallorquina, en el cual convergieron influencias barrocas, elementos locales y adaptaciones funcionales propias de la insularidad. Este artículo analiza las características formales, constructivas y decorativas del mueble mallorquín dieciochesco, contextualizando su desarrollo en el marco socioeconómico de la Mallorca ilustrada.
1. Contexto histórico y socioeconómico
Durante el siglo XVIII, Mallorca vivió una transformación notable tras la Guerra de Sucesión y la instauración de los Decretos de Nueva Planta (1715). La centralización borbónica trajo cambios administrativos, pero también favoreció una cierta estabilidad que permitió el florecimiento de las artes decorativas. La isla mantuvo una economía agrícola basada en los latifundios, pero una incipiente burguesía urbana empezó a demandar muebles de calidad para decorar sus hogares. Esta clase media en ascenso impulsó la producción de mobiliario más elaborado, sin perder de vista la funcionalidad.
2. Características generales del mueble mallorquín del siglo XVIII
a. Materiales y técnicas
El material predominante fue la madera de pino local, aunque las piezas de mayor prestigio se realizaron en nogal o olivo, especies más nobles y resistentes. Los artesanos (fusters) empleaban técnicas tradicionales de ensamblaje a cola de milano, moldurado manual, y un pulido natural que realzaba la veta de la madera.
b. Estructura y funcionalidad
El mueble mallorquín del siglo XVIII es eminentemente funcional, pero no exento de decoración. Se distinguen formas sobrias, proporciones equilibradas y una clara orientación al uso práctico. Algunas piezas clave incluyen:
Bufets: armarios bajos con dos o tres puertas, usados para almacenar vajilla o alimentos.
Canteranos: cómodas-escritorio con múltiples cajones, que reflejan la influencia castellana y centroeuropea.
Taules de menjador (mesas de comedor): macizas, con patas torneadas y tapa rectangular.
Capçaleres de llit (cabeceros de cama): de madera tallada, a menudo con motivos vegetales o geométricos.
3. Influencias estilísticas
Barroco tardío y Rococó
A nivel formal, el mueble mallorquín del siglo XVIII conserva rasgos del barroco popular, con tallas de volutas, hojas de acanto y motivos florales. Sin embargo, ya en la segunda mitad del siglo se incorporan elementos del rococó, sobre todo en piezas urbanas: curvas más marcadas, esquinas suavizadas y una ornamentación más ligera.
Influencia mediterránea e italiana
La posición geográfica de Mallorca facilitó el contacto comercial y cultural con otros territorios mediterráneos. Las relaciones con Italia y la Corona de Aragón dejaron su huella en detalles como las patas en forma de lira o los frisos inspirados en la decoración genovesa.
4. Ornamentación y simbolismo
Aunque relativamente sobria en comparación con otras regiones peninsulares, la decoración mallorquina del siglo XVIII muestra un lenguaje simbólico propio:
Motivos religiosos: crucifijos, ángeles o símbolos marianos en muebles litúrgicos o de devoción.
Iconografía rural: uvas, espigas y motivos vegetales asociados a la fertilidad y la abundancia.
Heráldica local: en muebles encargados por nobles o miembros del clero, se encuentran escudos de linaje.
5. Tipologías singulares
Una de las aportaciones más distintivas es el «moble de capellà», una especie de armario estrecho y vertical, típico de las casas rurales, usado para guardar libros religiosos y objetos litúrgicos.
También destacan los «ganduls», bancos o lechos colgantes que podían retirarse fácilmente para aprovechar el espacio, especialmente en casas de planta reducida.
6. Conservación y legado
Muchas piezas originales del siglo XVIII se conservan en fincas rústicas, casas señoriales y conventos de Mallorca. Museos como el Museu de Mallorca o el Museu de la Fundació Yannick i Ben Jakober albergan ejemplos notables de este mobiliario. La tradición artesanal ha perdurado gracias a la transmisión intergeneracional del oficio, especialmente en localidades como Inca, Manacor o Artà.
Conclusión
El mueble mallorquín del siglo XVIII representa una síntesis armoniosa entre tradición local, funcionalidad doméstica e influencias externas. Su valor no solo reside en la pericia técnica de los fusters, sino en su capacidad para reflejar una identidad insular en constante diálogo con el Mediterráneo. Su estudio permite comprender mejor la historia material y social de Mallorca en una época de transición entre la tradición barroca y la modernidad ilustrada.
Bibliografía básica
Binimelis, J. (1783). Crònica de Mallorca.
Serra Ferragut, M. (1999). El moble tradicional de Mallorca. Palma: Edicions Documenta Balear.
Rosselló Verger, V. (2001). Mallorca, geografía humana y económica.
Museu de Mallorca. Catálogo de mobiliario (siglo XVIII).