LLUÍS BONIFÀS I MASSÓ

LLUÍS BONIFÀS I MASSÓ

LLUÍS BONIFÀS I MASSÓ

Lluís Bonifàs i Massó, Antigüedades Riera

Lluís Bonifàs i Massó: Transición escultórica entre el Barroco tardío y el Rococó en Cataluña

Resumen

El escultor Lluís Bonifàs i Massó (Valls, 1730 – 1786) constituye una figura clave en la escultura catalana del siglo XVIII. Formado en el seno de una influyente familia de escultores, su obra articula con singular equilibrio las formas del barroco tardío con los lenguajes ornamentales del rococó, sin ignorar los primeros ecos del neoclasicismo. Este artículo aborda su contexto formativo, sus principales obras —tanto conservadas como desaparecidas— y su rol como referente en la consolidación de la escuela escultórica de Valls, subrayando su importancia en el proceso de modernización del arte religioso catalán en el Setecientos.

1. Contexto histórico y formación

Lluís Bonifàs i Massó, también conocido en castellano como Luis Bonifás y Massó, nació en Valls (Alt Camp, Tarragona) en 1730, en el seno de una familia de escultores activos desde el siglo XVII. Su abuelo, Lluís Bonifàs Sastre, fue el fundador de un importante taller que, con el tiempo, se consolidó como una de las escuelas escultóricas más destacadas de Cataluña.

Formado desde joven en este ambiente artesanal, Lluís Bonifàs perfeccionó su técnica en el taller familiar, donde aprendió tanto el arte del tallado como los recursos compositivos del retablo barroco. Su talento le permitió presentar en 1763 una obra en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid): un relieve en alabastro titulado Sant Sebastià guarit per Santa Irene i Santa Llúcia, que le valió el nombramiento de académico de mérito.

2. Estilo y lenguaje escultórico

La obra de Bonifàs se inscribe en un periodo de transición estilística. Su producción es heredera del barroco tardío, pero introduce elementos decorativos y formales del rococó, especialmente en el tratamiento de las superficies, la gestualidad de las figuras y la estructura de los retablos. Además, anticipa ciertas pautas del neoclasicismo emergente, particularmente en la claridad compositiva y la contención narrativa.

Entre las características más notables de su estilo destacan:

Una clara ornamentación rococó, visible en la riqueza de los detalles, la fluidez de las formas y el uso de curvas ornamentales.
La capacidad para componer escenas de gran dinamismo emocional, equilibrando la teatralidad barroca con una delicadeza más moderna.
Una destacada habilidad para el relieve escultórico, en el que narra escenas religiosas con precisión narrativa y profundidad psicológica.
Un dominio técnico que le permite integrar escultura, arquitectura y pintura en retablos de composición unitaria.

3. Obras principales

3.1. Obras desaparecidas

Gran parte de la producción de Bonifàs fue destruida durante la Guerra Civil Española, lo que dificulta una valoración completa de su legado. Entre las obras perdidas más relevantes se encuentran:

La sillería del coro de la catedral de Lleida (1775–1779), con más de 150 relieves tallados en madera.
El retablo mayor de la iglesia de Sant Miquel del Port (Barceloneta, Barcelona).
Diversos retablos en la ciudad de Valls, como los de La Mare de Déu dels Dolors, La Victòria y Sant Ramon Nonat.

3.2. Obras conservadas

A pesar de estas pérdidas, subsisten ejemplos significativos que permiten apreciar su maestría:

El relieve de Sant Sebastià curat per Santa Irene i Santa Llúcia (1763), conservado en Madrid.
La imagen de Sant Aleix (1769), en Valls, obra de escultura exenta de fuerte carácter ascético.
Los pasos procesionales de La Soledat (1775) y el Davallament de la Creu (1766), ambos también en Valls.
La litera de l’Assumpció de la Mare de Déu (1773), conservada en la catedral de Girona, destacada por su composición dinámica y virtuosismo técnico.

4. Legado e influencia

Lluís Bonifàs fue el máximo exponente de la escola de Valls, un foco escultórico regional que adquirió notable relevancia durante el siglo XVIII. Su capacidad de síntesis entre tradición y renovación estilística lo convierte en un referente para generaciones posteriores de escultores catalanes.

Su labor trascendió lo puramente artístico: organizó el trabajo del taller familiar de manera casi protoindustrial, con discípulos y colaboradores que mantuvieron viva la producción escultórica en Valls incluso tras su muerte. Su papel como transmisor de oficio fue tan significativo como su obra personal.

5. Valoración crítica

A pesar de su reconocimiento local, la figura de Bonifàs ha sido, durante largo tiempo, injustamente marginada en los relatos historiográficos de la escultura española. Esto se debe, en parte, a la dispersión y pérdida de gran parte de su obra, pero también a su adscripción a un estilo (el rococó) que ha sido frecuentemente subvalorado frente al clasicismo académico.

No obstante, recientes estudios sobre escultura catalana del siglo XVIII reivindican su papel central como artista de transición y como figura decisiva en la evolución del arte religioso en Cataluña.

6. Conclusión

Lluís Bonifàs i Massó representa uno de los últimos grandes escultores del barroco catalán, al mismo tiempo que anticipa el espíritu ilustrado del neoclasicismo. Su obra, profundamente religiosa, técnicamente refinada y estilísticamente híbrida, constituye un testimonio fundamental para comprender la escultura catalana del Setecientos.

Más allá del impacto de sus obras concretas, su legado perdura en la consolidación de una escuela escultórica local, en la transmisión del oficio escultórico y en su contribución a una modernización formal que enlazó tradición y vanguardia en un momento crucial del arte europeo.

Bibliografía recomendada

Ainaud de Lasarte, J. Escultors catalans del segle XVIII. Barcelona: Editorial Barcino, 1965.
Sureda, J. L’art a Catalunya al segle XVIII. Barcelona: Enciclopèdia Catalana, 1990.
Madurell i Marimon, J. La escultura religiosa catalana en el siglo XVIII. Barcelona: CSIC, 1972.
Diversos autores. Diccionari d’Historiadors de l’Art Catalans, Valencians i Balears. Barcelona: UAB, 2010.

MARIÀ FORTUNY

MARIÀ FORTUNY

MARIÀ FORTUNY

Marià Fortuny, Antigüedades Riera

Mariano Fortuny Marsal: Pintura, arqueología visual y modernidad anticipada

Pocos pintores del siglo XIX han despertado tanto interés y controversia como Mariano Fortuny Marsal (Reus, 1838 – Roma, 1874). Su producción, breve pero extraordinariamente influyente, ocupa un lugar singular entre el romanticismo tardío, el orientalismo y las primeras manifestaciones de una modernidad pictórica que aún no se nombraba como tal. Maestro de la luz, del detalle minucioso y del preciosismo técnico, Fortuny fue también un observador agudo de su tiempo, capaz de conjugar en su obra una arqueología del pasado con una intuición plástica profundamente innovadora.

El virtuosismo formativo y la temprana consagración

Fortuny se formó en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona y posteriormente en la Academia Española en Roma, donde su contacto con la Antigüedad clásica, el Renacimiento y los grandes maestros del barroco dejó una huella decisiva. Su estancia en Marruecos, financiada por el gobierno español para documentar la Guerra de África (1859–60), le permitió desarrollar una paleta luminosa y una sensibilidad cromática que marcaría profundamente su obra posterior.

Los cuadros derivados de esta experiencia, como La batalla de Tetuán (1862–64), no sólo destacan por su detallismo casi fotográfico, sino por una mirada compleja que no se limita a la exaltación patriótica: en ellos conviven lo épico y lo anecdótico, lo heroico y lo humano, con un tratamiento de la luz que remite más a Velázquez que a los relatos oficiales.

Orientalismo, exotismo y mirada crítica

Fortuny fue uno de los principales exponentes del orientalismo pictórico, aunque su obra escapa a las simplificaciones del exotismo decorativo. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, su mirada sobre el mundo árabe-mediterráneo no se construye desde la mera fantasía romántica, sino desde la observación directa y una cierta voluntad etnográfica. Obras como El vendedor de tapices (c. 1870) o El coleccionista de antigüedades revelan una sensibilidad ambigua: por un lado, la fascinación por lo exótico; por otro, una crítica implícita a la obsesión europea por la acumulación y apropiación de lo “otro”.

En este sentido, Fortuny puede considerarse un precursor de las tensiones que, más tarde, las vanguardias cuestionarían en torno a la representación del “Oriente” como construcción cultural. Su orientalismo, aunque aún inscrito en las estructuras coloniales de su época, introduce una capa de ironía e incluso de metapintura que complejiza la relación entre artista, modelo y espectador.

Técnica, miniaturismo y modernidad pictórica

Si algo caracteriza la pintura de Fortuny, más allá de su temática, es el dominio absoluto de la técnica. Su pincelada puede ser extremadamente minuciosa, casi miniaturista, pero nunca pierde la vivacidad. En obras como La elección de la modelo o El pintor y la modelo, su maestría alcanza un grado de virtuosismo que desafía las convenciones del academicismo sin romper completamente con ellas.

Fortuny cultivó el «cuadro de gabinete», de pequeño formato y exquisita factura, en una época dominada aún por las grandes composiciones históricas. En ello anticipa una sensibilidad moderna que valorará el fragmento, lo íntimo, lo efímero. Su trabajo en grabado —disciplinado, experimental y técnicamente refinado— contribuyó también a consolidar una visión del arte como laboratorio formal, más allá del relato.

Un puente hacia el impresionismo

Aunque Fortuny murió prematuramente a los 36 años, su obra influenció decisivamente a numerosos artistas posteriores, incluidos los impresionistas franceses y la generación de Joaquín Sorolla. De hecho, su tratamiento de la luz natural, su uso del color y su interés por lo atmosférico lo convierten en una figura de transición clave entre la pintura romántica y los nuevos lenguajes de la modernidad. Si bien no rompió con el ilusionismo, lo tensó hasta sus límites.

En su pintura se encuentra el germen de la desmaterialización pictórica: las superficies vibrantes, la disolución de la forma en luz, la pintura como atmósfera. A pesar de su muerte temprana, Fortuny dejó una huella que se extiende mucho más allá del marco cronológico del siglo XIX.

Conclusión: el esplendor interrumpido

Mariano Fortuny Marsal representa una de las cumbres del arte español del siglo XIX, no solo por su virtuosismo técnico, sino por su capacidad para capturar una sensibilidad en transformación. Su pintura articula lo sublime y lo cotidiano, lo arqueológico y lo moderno, lo histórico y lo íntimo. Lejos de ser un simple decorador o cronista de lo exótico, Fortuny fue un artista consciente de las tensiones de su tiempo, un creador que entendió que la belleza no se opone a la complejidad, sino que la encarna.

A más de 150 años de su muerte, su obra sigue invitando a pensar el arte como un espacio de transición entre el ojo, la historia y la materia.

JAVIER WINTHUYSEN

JAVIER WINTHUYSEN

JAVIER WINTHUYSEN Y LOSADA

Javier Winthuysen, Antigüedades Riera

Javier Winthuysen: Donde la Luz Toca la Tierra

Javier Winthuysen Losada sobresale en la historia del arte español como un creador que fusionó la pintura y el diseño de jardines en una obra profundamente vinculada con el paisaje y la belleza natural.

Raíces e Influencias

Nacido en una familia de ascendencia flamenca afincada en el Puerto de Santa María, Winthuysen se formó inicialmente en Sevilla con los pintores José Arpa y Gonzalo Bilbao. Fue cofundador de la efímera Escuela Libre de Bellas Artes de Sevilla y se rodeó de figuras literarias como Juan Ramón Jiménez, los Machado, Rafael Alberti y Sorolla, quienes lo impulsaron hacia una doble faceta: artista del color y estudioso del jardín.

Pintor de Paisajes y Jardines

Sus viajes a París en 1903 y 1912 lo acercaron al impresionismo franco y al postimpresionismo, influyendo notablemente en su obra. Desde 1915, en Madrid, retrata jardines de la mano de figuras como Rusiñol y Sorolla, en la Institución Libre de Enseñanza.

Su pintura se caracteriza por:

  • Época sevillana: paisajes andaluces y jardines mediterráneos iniciales.

  • Época mediterránea (post-Guerra Civil): obras más densas y llenas de luz mediterránea, creadas entre Barcelona e Ibiza.

Varias de sus pinturas integran colecciones del Reina Sofía, los museos de Sevilla, Valencia, Hervás y Jaén.

Arquitecto de Jardines Históricos

Winthuysen fue pionero en la valorización de los jardines históricos como patrimonio. Desde los años 20, documentó jardines como Abadía, El Escorial o La Granja, obra archivada en el Real Jardín Botánico de Madrid.

En 1930 publicó Jardines Clásicos de España‑Castilla, recibiendo una Medalla de Oro de la Sociedad de Horticultura. Asimismo, fue nombrado Inspector General de Jardines por la Dirección General de Bellas Artes y restauró numerosos espacios en Moncloa, Valencia, Madrid o Gijón.

Ibiza y Final de Trayectoria

Tras la guerra, ganó el cargo de inspector de jardines bajo el franquismo y se instaló en Barcelona. Desde la década de 1940 pintó y diseñó jardines en Ibiza y Santa Eulària, capturando la luz y la vegetación local en obras cautivadoras.

Legado y Reconocimientos

  • Su obra fue celebrada en exposiciones como la del Real Jardín Botánico de Madrid en 1986.

  • Sus proyectos como jardinero aparecen en jardines emblemáticos: Palacio de la Moncloa, Monforte (Valencia), Parador de Ciudad Rodrigo, Universidad de Gijón y más.

  • En 2004 se inauguró el Jardín Botánico Xavier de Winthuysen en Zaragoza, con su nombre y un monolito conmemorativo.

  • Su documentación está resguardada en el CSIC, y su importancia museística es permanente.

Conclusión

Javier Winthuysen y Losada encarnó una visión integral del arte y la naturaleza. Su pintura aporta sensibilidad impresionista a los paisajes, mientras sus proyectos paisajísticos consolidan una tradición conservacionista de los jardines. Artista, jardinero, teórico y docente, su trabajo sigue iluminando el camino entre pinceles y parterres.

ABANICOS DE CANTÓN

ABANICOS DE CANTÓN

CHINA EN LA PALMA

Abanico cantonés en madera lacada, siglo XIX, Antigüedades Riera

Susurros de Oriente: el esplendor de los abanicos del siglo XIX

Origen y contexto histórico
Fabricados principalmente en Cantón (Guangzhou) y exportados a Europa durante la segunda mitad del siglo XIX. Respondían a una auténtica «fiebre oriental» en Europa: su elaborada factura los hacía símbolos de estatus en la alta sociedad occidental.

Materiales y técnicas constructivas
Varillaje: en madera lacada, marfil o hueso tallado, fino, calado y a menudo lacado en negro orlado con dorado o rojo.
País: papel o seda pintados a gouache con meticulosas escenas cotidianas, personajes con caras en nácar o hueso, y ropajes en seda real.
Técnicas combinadas: uso de nácar, aplicaciones de tela, tallado en hueso o marfil, incrustaciones de carey, prata, seda… Esta fusión de materiales daba efecto tridimensional.

Estética e iconografía
Las escenas muestran plazas, paisajes fluviales, personajes múltiples —de ahí su nombre «mil caras»— con ricos detalles en bordes florales o motivos orientales.
Se evidencia una influencia de las técnicas europeas: se aprecian estilos de pintura occidental como el claroscuro, mezcla de motivos tradicionalmente chinos e innovación pictórica.

Producción en masa y exportación
Desde el reinado de Daoguang (1821‑1850), la producción se hizo muy industrializada: más de 200 talleres y más de 2.000 artesanos en ciudades como Rongchang, con una producción anual estimada de 4 millones de abanicos.
Estas piezas estaban cuidadosamente montadas y muchas venían con su propia caja, signo de prestigio y situación para exportación.

Conservación y valor actual
Varios ejemplares se conservan en museos, como el Museo del Romanticismo de Madrid, o han sido subastados en Europa (España, Francia) y en galerías especializadas.
Su condición actual puede variar: roturas en varillas, restauraciones en el país. Algunos alcanzan precios desde unos cientos hasta miles de euros.

Conclusión
Los abanicos cantonés del siglo XIX representan una confluencia fascinante entre las tradiciones chinas y la demanda estética europea. Fáciles de transportar y densamente trabajados, combinaron artesanía local en marfil, nácar y seda con innovaciones pictóricas según gustos extranjeros. Un ejemplo destacado de artes aplicadas y la dinámica de los intercambios culturales en la era Qing.

EUGENIO GOMEZ MIR

EUGENIO GOMEZ MIR

EUGENIO GOMEZ MIR: POESIA DE LUZ Y PAISAJE

Eugenio Gomez Mir, desnudo académico, colección Riera

Eugenio Gómez Mir: luz, color y modernidad en la Granada de principios del siglo XX

Orígenes e infancia
Eugenio Gómez Mir nació en Granada el 19 de diciembre de 1877, aunque algunas fuentes señalan 1887 como fecha alternativa. Falleció también en Granada el 20 de febrero de 1938. Desde niño mostró un talento natural para el dibujo, impulsado por un entorno familiar ligado al arte: era sobrino del músico Mario Vázquez y del pintor Paco Vázquez. Esta atmósfera artística sería el primer impulso de una carrera que marcaría profundamente la pintura granadina del siglo XX.

Formación y desarrollo artístico
Muy joven, ingresó en la Escuela de Bellas Artes de Granada, donde destacó por su habilidad con el lápiz y la acuarela. Reconociendo su potencial, sus maestros lo enviaron a continuar su formación a Madrid, donde se convirtió en discípulo de Muñoz Degrain. Allí se vio influido por figuras clave del momento como Joaquín Sorolla, cuya sensibilidad por la luz marcaría también el estilo de Gómez Mir. Entre 1902 y 1904 vivió en París, donde se impregnó de las corrientes coloristas y modernas que dominaban el ambiente pictórico europeo.

En Granada, recibió también clases del pintor Eduardo García Guerra. Esta etapa afianzó su interés por el paisaje andaluz y por la representación emocional de su entorno inmediato.

Etapas y estilo artístico
La evolución artística de Gómez Mir puede dividirse en dos grandes etapas. En la primera, aún juvenil, se centra en obras de pequeño formato realizadas con plumilla o acuarela. Sus temas son rincones urbanos de Granada, especialmente la Alhambra y sus alrededores. En la segunda etapa, correspondiente a su madurez artística, adopta preferentemente el óleo sobre lienzo o cartón, y su estilo se vuelve más vibrante, con pinceladas sueltas y una paleta luminosa que bebe del fauvismo.

Su pintura destaca por el gesto expresivo, el uso dramático del color y una profunda conexión emocional con el paisaje. Lejos de la representación literal, buscó transmitir atmósferas, estados de ánimo y sensaciones a través del color y la luz.

Temática y obras más destacadas
Entre sus temas predilectos se encuentran los paisajes granadinos, especialmente los de Sierra Nevada, La Alpujarra y los jardines de la Alhambra. Obras como “Jardines altos del Generalife” o “Paisaje de la Alpujarra” son ejemplos emblemáticos de esta sensibilidad. También cultivó con soltura la naturaleza muerta, en la que frutas, flores y objetos cotidianos aparecen tratados con igual intensidad cromática y cuidado compositivo.

Además, incursionó en marinas y escenas urbanas de corte costumbrista. En obras como “Marina al amanecer” o “Carreras de caballos en el hipódromo”, muestra su dominio de la atmósfera y el movimiento. Uno de sus óleos más representativos, “La vereda de la estrella” (1901), fue recuperado y expuesto décadas después como testimonio del paisajismo granadino de comienzos de siglo.

Reconocimiento, exposiciones y premios
Participó por primera vez en la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1899, cuando apenas tenía 8 años, y volvió a hacerlo de forma periódica a lo largo de su carrera. En 1910 fue galardonado con la tercera medalla de dicha exposición. Durante su vida, sus obras fueron expuestas en espacios como el Centro Artístico de Granada, salas municipales y comercios de prestigio como La Ville de París en 1905.

Tras su fallecimiento, su figura ha sido objeto de diversas exposiciones homenaje en Granada y Madrid, consolidando su lugar como uno de los grandes pintores granadinos del siglo XX.

Compromiso cultural y docente
En su vida personal, se casó con Asunción Castro Pérez, con quien tuvo una hija, Margarita. Eugenio Gómez Mir también se dedicó a la docencia como profesor de dibujo artístico en la Escuela de Artes y Oficios de Granada. Mantuvo una activa vida cultural, participando en tertulias, grupos literarios como “La Cuerda” y círculos artísticos como el del Centro Artístico, Literario y Científico de Granada.

Durante muchos veranos, frecuentó lugares emblemáticos para la bohemia local como la pensión Mezquita o la taberna El Polinario, espacios donde se reunían músicos, escritores y pintores para compartir ideas y proyectos.

Legado y valoración actual
La obra de Eugenio Gómez Mir forma parte hoy de importantes colecciones privadas y públicas, entre ellas la del Museo de Bellas Artes de Granada. En el mercado del arte, sus cuadros pueden alcanzar cifras que oscilan entre los 450 y los 12 000 euros, según la obra y su procedencia, prueba del creciente interés por su producción.

Conclusión
Eugenio Gómez Mir fue una figura clave para entender el modernismo pictórico granadino y la evolución del paisaje andaluz como género artístico. Su trabajo, profundamente arraigado en su tierra y al mismo tiempo abierto a las corrientes europeas, logra una síntesis única entre tradición y modernidad. Con cada pincelada dejó testimonio de una Granada luminosa, viva y emocional que aún hoy emociona a quienes se detienen ante sus cuadros.